viernes, 1 de agosto de 2008

La Vecinal Ludueña Sur, otra vez en marcha

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¿Reactivar la Vecinal y Centro de Salud Ludueña Sur tras 10 años de parate? ¿Por qué un grupo de vecinos decide dedicarle su tiempo y habilidades a esta asociación civil sin fines de lucro? La información recorre las calles y las preguntas se me disparan porque en estos tiempos de individualismos y encierros, ellos se movilizan, se reparten las tareas y llevan adelante esta causa en favor del barrio ya que los reclamos por seguridad y diversos servicios poseen mayor fuerza si detrás se manifiesta la personería jurídica de una Vecinal. Ludueña Sur, fundada el 15 de noviembre de 1940, se encuentra nuevamente en funciones. Intuyo que hay mucho trabajo por delante y me ocupo de constatarlo.

Al llegar a la sede de Pedro Lino Funes 550 advierto el notorio descuido de la casa principal. Las paredes despintadas del frente muestran dos, tres y cuatro capas de colores distintos. Oigo el chirriar de las puertas y ventanas que se abren para airear un ambiente viciado por la humedad. El cemento de distinto color y grosor baña porciones de una pared de la sala de espera. En la otra imagino un coqueto empapelado al completar los huecos del mismo. Allí un cartel avisa que está prohibido fumar, arriba de un percudido escudo de Rosario y se apoya una mesa con su respectivo mantel. Un radiograbador y muchos elementos inútiles. Más allá, una camilla azul y otra color más crema que blanca, afiches con letras que van disminuyendo su tamaño, un estante con sus cajones, un biombo de mimbre y un sillón de odontología conforman los vestigios del consultorio. Una silla de ruedas se halla arrumbada en el único baño, cuyo inodoro y pileta están rotos. De la canilla no sale agua, si saliera habría que demostrar su potabilidad, y los desagües están tapados como así también los de la cocina. En los primeros arreglos abunda el esfuerzo y escasea la previsión: por pintar una habitación noto más manchas sobre el parquet viejo que en los papeles de diarios colocados para evitarlo.

- Para mí, atrás, habría que tirar todo abajo y construir un tinglado nuevo –opina Rosa, una de las vocales titulares, quien es hija de un inmigrante polaco y nació en Ludueña, un barrio de la zona noroeste de Rosario, expandido en torno a la fábrica de maquinaria agrícola GEMA.

Cruzo el patio. Las ratas se esconden entre los pastizales cuando advierten la presencia de los visitantes. La madera denota el abandono de un galpón ubicado al fondo del terreno sometido a la lluvia inclemente, las tardes de verano y las mañanas de invierno. Alzo la vista y parece que las chapas del techo se me vienen encima. El granizo de fines de 2006 permite que hoy la luz el sol se incruste como una bola espejada de discoteca que detuvo su giro. El cartel de chapa oxidada con fondo despintado blanco y letras negras saluda con un “Bienvenidos” a un sitio que ya no es. Veo lámparas sin bombitas, mesas, escritorios, sillas, cables y hasta una cocina espolvoreadas por la desidia. Algo de musgo. Musgo en ladrillos apilados contra una pared: una obra inconclusa. Enfrente otros ladrillos renegridos y picados funcionan como las huellas de una parrilla.

Los tres pesos de cuota por grupo familiar invitan a pensar en conseguir otros ingresos para esa reconstrucción. Además, los vecinos cuentan que el terreno es propiedad del complejo Village (en su momento GEMA lo cedió, ya que había sido el comedor de sus obreros) y posee un valor afectivo más que monetario. Por eso realizaron las tratativas para que continúe en poder de la Vecinal y el traspaso definitivo condiciona los proyectos a futuro: talleres donde se dicten cursos para aprender un oficio y así sacar a los chicos de la calle. “Un espacio de contención social para quienes carecen de estudios”, describe la presidenta Marcela Díaz, una mujer robusta, de rulos, ojos grandes, docente de profesión y que bordea los 40 años.

Un viernes frío a última hora se reúne la Comisión Directiva de la Vecinal, que abarca el sector comprendido por la Av. Eva Perón vereda par, las vías del FF. CC al este y norte y Solís vereda impar. Alberto, uno de los revisores de cuentas, al enterarse de por qué estoy ahí me comenta que a él también le gustan los medios, la radio más precisamente. Es un albañil de profesión y locutor de vocación, que supo tener un programa en radio Uruguay los domingos a la hora de la siesta, donde pasaba tango, folclore, melódicos y hasta música árabe, charlaba con los oyentes al aire y efectuaba entrevistas. Los ojos verdosos se le iluminan detrás de los lentes cuando rememora que un día pudo entrevistar al Chaqueño Palavecino.

- Fui al hotel céntrico donde se hospedaba. Lo veo en el lobby yéndose a su habitación y cuando quiero acercarme, uno de los botones me comunica la orden de que el Chaqueño no hablaba con nadie. Pero él seguramente escuchó y le indicó que me dejara pasar. Le hice la nota, la emití en la radio y la conservo en mi casa -afirma quien además es el presidente del club Tucumán, un verborrágico hombre sesentón, canoso, de bigotes y las marcas de la vida en la cara angosta.

La reunión arranca con atraso. Ocho mujeres y tres varones escuchan los 421 pesos de ganancia al 23 de julio que anuncia la tesorera. Hay aplausos.

Pero, ¿cómo llegó esa comisión a reunirse allí? “Había que encontrarle una solución a los continuos robos”, explica Marcela. Los vecinos se autoconvocaron y aprovechando el desmembramiento de la Vecinal anterior una década atrás, con la personería jurídica vigente, decidieron reimpulsarla con la mente puesta en mejorar la calidad de vida del barrio. Sin embargo, el camino distó de ser un lecho de rosas porque los ocho meses previos a las elecciones se vivieron con reiterados cónclaves y a pura lucha contra la viveza criolla. En principio se presentaban dos listas pero una de ellas fue impugnada por la Junta electoral a causa de irregularidades tales como datos incompletos de algunos integrantes y otros domiciliados fuera del radio. “Política”, me argumentan escuetamente. Por eso no se necesitó una votación. La actual CD (12 titulares, 6 suplentes y 3 revisores de cuentas) asumió la tarde del sábado 24 de mayo por espacio de dos años con poses para las fotos y video incluidos. El reconocimiento oficial llegó el 14 de julio, con la firma de la doctora Analía Carrió, de la Dirección General de Vecinales.

- Otro obstáculo de ese periodo fue lograr la adhesión de los reticentes vecinos. Muchos de ellos no comprendían para qué sirve una Vecinal si ya tienen cobertura médica y venían gestionando ante la Municipalidad diversos trámites y reclamos -prosigue Marcela.

Pero la desconfianza fue trocando en aceptación. El interés se multiplicó, ya que ahora comunican sus inquietudes, necesidades y ofrecen sus conocimientos para asesoría jurídica en jubilaciones, pensiones, moratorias y reajustes, odontología, psicología, podología, manicura, peluquería, fonoaudiología y apoyo escolar para alumnos primarios y en inglés.

- No hay balance cero, todavía. El contador brilla por su ausencia – advierte la presidenta, quien se disculpó por la demora debido a su trabajo con un alumno particular.
- Hay que tomar una decisión: seguimos esperándolo o llamamos a otro. Se tiene que comprometer – aporta Rosa, ubicada cerca de la puerta que despintó el fin de semana anterior.

La suma de los ringtones de los celulares se convierte en una molestia, en un desvío del hilo de la reunión. Aunque no todos hablan. El hijo de la presidenta, de 11 años, tal vez sobreestimulado, toca todo, se para, se sienta, pregunta, siempre con una sonrisa pícara. No puede evitar la hiperactividad y su conducta tiene un por qué.
- Fernando es mi hijo del corazón y viene de estar en la calle. Es una historia bastante fuerte. Por eso hago esto pensando en su futuro. Quiero marcarle un camino para que, cuando nosotros (su marido y ella) ya no estemos, sepa valerse por sí mismo. Que vea que hay posibilidades de conseguir lo que él se proponga, pero siempre por el camino del bien.

La Vecinal organiza una fiesta por el Día del Niño el 10 de agosto. Los integrantes, ronda de mate mediante, tardan en ponerse de acuerdo con el horario.

- La fiesta no debe durar mucho ya que hay que atender a los chicos. Si hacemos una comida, hay que servirles y suben los costos –acota la tesorera Noemí Romero.

Otros ofrecen acercar a grupos de música, realizar juegos con sus respectivos premios y repartir golosinas, cotillón y chocolate caliente. De 10 a 13. Definen un desayuno y que luego los chicos almuercen en sus casas. Para el final se anuncian reuniones con instituciones, empresarios y otras vecinales.

Me voy pensando en que la voluntad de hacer cosas por el barrio se palpa. Lentamente se pueden ir aunando criterios, puliendo algunas responsabilidades y sumando adhesiones. El tiempo dirá si la reactivación es duradera o pasajera. Por lo pronto, se recuperó un espacio social para Ludueña.


Entrevista a Marcela Díaz.

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